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domingo, 6 de mayo de 2018

Reivindicando a Miliband (y V)





Javier Álvarez Villa

Acaso, la más lúcida y reveladora de las disecciones de la sociedad actual que realiza Ralph Miliband en El Estado en la sociedad capitalista, la más candente e incuestionable, sea la referida al proceso de legitimación del sistema capitalista.
Marx dijo que “las ideas de la clase imperante son, en cada época, las ideas imperantes”, porque “la clase que tiene a su disposición los medios de producción material controla, al mismo tiempo, los medios de producción mental”; Gramsci habló de la “hegemonía” de las clases dominantes como predominio ideológico sobre las clases subordinadas. Miliband, por su parte, hace dos observaciones preliminares sobre el concepto de hegemonía: la primera, que no es algo que ocurra como un mero derivado superestructural del predominio económico y social , sino que es el resultado de un esfuerzo permanente y omnipresente, llevado a cabo a través de multitud de agentes y de agencias; y la segunda, que no es tan solo un asunto de agentes y de agencias, es decir, de macropolítica, porque también lo es de micropolítica, a través de diferentes formas de disuasión y presión dirigidas a extender y conseguir, de manera efectiva, la aceptación del orden social capitalista y de sus valores o, dicho de otro modo, un intenso y asfixiante proceso de adoctrinamiento masivo.
La advertencia de Miliband debería resonar con fuerza en los oídos de los que hoy quieren cambiar a los que “no nos representan”: el adoctrinamiento masivo y el lavado de cerebro no es exclusivo de los regímenes dictatoriales o autoritarios de un solo partido. El Estado en la sociedad capitalista sienta esta premisa fundamental para comprender la realidad de los tiempos que corren y obrar en consecuencia: para que se produzca el adoctrinamiento masivo no es necesario el control monopolista del poder o la prohibición de la oposición. Antes bien, basta sólo que la competencia ideológica sea tan desigual que dé una aplastante ventaja a un lado en contra del otro, lo que sucede en las sociedades capitalistas avanzadas.
Esa “empresa combinada y formidable de adoctrinamiento conservador” a la que se dedican el Estado y las fuerzas económicas dominantes cobra, en palabras de Miliband, “características inconmensurablemente más formidables gracias a la ayuda que recibe de otros agentes de la “socialización política”, a saber, los medios de difusión masivos y la educación”

Aunque en las sociedades capitalistas avanzadas los medios de comunicación no están normalmente monopolizados por el poder político, ni sometidos a él, y exista libertad de expresión de ideas y opiniones, esta significa principalmente la libre expresión de ideas y opiniones útiles para el sistema dominante de poder y de privilegios.
Así, por lo que se refiere a la prensa, Miliband constata como “la mayoría de los periódicos del mundo capitalista tienen en común un rasgo esencial, a saber, su vigorosa y, a menudo, apasionada hostilidad para todo lo que se encuentre muy a la izquierda de las formas más benignas de la socialdemocracia y, muy comúnmente, contra esas formas benignas también”
La Prensa ha defendido constantemente la retracción del sector público y el fortalecimiento de la empresa privada como condición necesaria de la prosperidad económica, el bienestar social, la democracia y la libertad; ha sido siempre una firme fuerza antisindical y ha satanizado a cualquier movimiento “revolucionario” que pusiera en cuestión el orden dominante, marcándolo muy frecuentemente con el marchamo de su “inspiración comunista” como símbolo inequívoco del mal.
Es cierto que ni los gobiernos socialdemócratas, ni tampoco los conservadores, gozan de inmunidad a las crítica y ataques de los medios, que presumen así de su “independencia” y de su condición de “perro guardián” de la democracia. Pero El Estado en la sociedad capitalista advierte a continuación que “lo que tal afirmación pasaría por alto, sin embargo, es el hecho patente y repetido de que es la izquierda, contra lo que los perros guardianes ladran en general con mayor ferocidad, y es el statu quo lo que guardan sobre todo”

Y, a partir de aquí, el sociólogo británico pasa a abordar el meollo de la cuestión: el de las influencias que pesan sobre los medios de comunicación de masas y su incidencia sobre la política en las sociedades capitalistas avanzadas.

La primera y más evidente de esta influencias es la que tiene que ver con la propiedad y el control de los “medios de producción mental”: lo más notable, destaca Miliband, es que estos medios de información y comunicación no son sólo negocios, sino que pertenecen a los grandes negocios. “La norma de concentración manifiesta en todas las demás formas de empresa capitalista es evidente aquí también: la prensa...la radio y la televisión… han pasado a ser , cada vez más, propiedad de un número pequeño y constantemente decreciente de empresas gigantescas, que tienen intereses mixtos en diferentes medios de la información y difusión y, también, a menudo, en otras esferas de la empresa capitalista”
Si el derecho de propiedad confiere el derecho a hacer propaganda, se dice en El Estado en la sociedad capitalista, el ejercicio de ese derecho consistirá, tanto en afirmaciones en pro de los intereses de los dueños, como en omisiones de todo aquello que a los propietarios les parezca inconveniente publicar. Se harán concesiones a la disensión, sin duda, para aparentar un pluralismo mucho más retórico que real, para cuya materialización siempre se dispondrá de plumas bien dispuestas y, generalmente, de pago; pero siempre que no se cuestione el sistema de raíz. Una crítica acá sobre un tema concreto, otra allá sobre otro, que se harán pasar como más o menos extravagantes o heterodoxas y a pasar por caja.

La segunda fuente de control y manipulación sobre los medios de comunicación es la que ejercen, directa o indirectamente, “los intereses capitalistas, ya no como dueños, sino como compradores de publicidad”. Miliband cita una frase referida a la Prensa francesa, que muy bien podemos trasladar hoy a la española: “Las consignas que el dinero hace pesar sobre la Prensa consisten en prohibiciones, en no mencionar temas o dar instrucciones sobre lo que hay que publicar”
De lo que se quejan hoy los medios minoritarios era ya un fenómeno evidente a fines de la década de loa 60 del pasado siglo: a pesar de que algunos puedan tener una importante circulación, no les llega dinero por concepto de publicidad pagada por las empresas, ni por publicidad institucional de los Gobiernos. Por algo será.

El tercer elemento de presión sobre los medios de comunicación proviene del Gobierno y de los diferentes aparatos integrados en el sistema del Estado, principalmente, en su función de suministradores de explicaciones de las políticas oficiales manifiestamente tendenciosas.
¿Qué papel juegan aquí los trabajadores de los medios: productores, editores, periodistas, redactores, comentaristas, directores etc.? Según Miliband, un cuadro realista de las tendencias ideológicas de quienes trabajan para los medios de comunicación los dividiría en tres grandes categorías: un grupo minoritario, integrado con diferentes matices en el espectro político de la “izquierda”; los de ideología marcadamente conservadora; y un tercer grupo, probablemente el más numeroso, “cuyas convicciones políticas son más bien vagas y desean sobre todo “no meterse en líos”
A los partidarios del sistema y a los “indiferentes” no les molestarán las limitaciones, restricciones e imposiciones emanadas del poder económico y del político. Por tanto, ni son rebeldes, ni responderán airadamente frente a las coerciones. Lo que toca es obedecer.

Y ahora, un día sí y otro también, esta gran maquinaria de fomento del conformismo y de defensa a ultranza del statu quo mediante la manipulación masiva de la información y el suministro de entretenimiento narcótico, no duda en amonestar farisaicamente a sus lectores y televidentes por dejarse engañar por las fake news (desinformación deliberada o directamente falsa en la era de Internet). ¿Pero no es este su oficio principal desde que actúan como instrumento de legitimación del sistema capitalista?

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